La crítica

Hace un par de días atrás me puse a ver la película “Ratatouille” que, para los que no la han visto, se trata de un ratón que luego de un sin fin de peripecias que le dan sentido a la trama de la película
(y que por respeto a los que no la han visto no contaré en estas líneas) finalmente se transforma en chef en la ciudad de Paris. Dentro de la trama de esta divertida película se encuentra un personaje que encarna a un crítico gastronómico que en la película posee el muy adecuado nombre de “Antón Ego” y que de cierta forma se presenta como antagonista de un chef cuyo lema es “cualquiera puede cocinar”. Al final de la película Antón Ego acude al restaurante en donde cocina el ratón con el firme propósito de sepultarlo con su crítica.
Pero Ego, sin sospecharlo siquiera, se enfrenta a un virtuoso que hace tambalear a su hipertrofiado “ego” haciéndole admitir, con mucha inteligencia, una serie de características propias del oficio de la crítica. Es en este punto en el que justamente me quiero detener.
Dice Ego en su crítica gastronómica:

“En muchos sentidos el trabajo de un crítico es fácil, arriesgamos poco y es porque gozamos de una posición que está por encima de los que exponen su trabajo. Nos regodeamos en las críticas negativas que son divertidas de escribir y de leer. Pero el hecho mas amargo que debemos afrontar los críticos es que, a la hora de la verdad, cualquier producto mediocre tiene, probablemente, más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura”



Me pregunto, ¿Qué tan válida es aquella crítica que no hace sino tan solo destrozar al objeto de nuestra crítica, sin mayor aporte que un despanzurramiento intelectual y muchas veces un ejercicio de alarde por parte del (pseudo) crítico?
Pero también desde el otro lado, ¿Qué aporte tiene una crítica llena de halagos y parabienes que no es más útil que un muy simplón catálogo de adulaciones?
Según el diccionario la crítica es examen y juicio acerca de alguien o algo. Un examen no es otra cosa que una búsqueda de lo idóneo, de lo más adecuado, y quiero insistir en la idea de búsqueda no como un ejercicio superficial, sino con todo el rigor que le imprime el deseo de encontrar efectivamente algo o a alguien. Luego de llegar desde nuestro viaje en busca de lo mas idóneo (no quiero utilizar la palabra “correcto” pues no siempre lo correcto es lo idóneo) solo me queda, entonces, y solo entonces, emitir mi juicio, que a mi modo de entender la crítica como un instrumento que nos lleva hacia una superación constante, debiera ser un ejercicio en el que no debiera faltar el rigor, y en el que en muchos casos no viene mal un poco de dureza, esa misma a la que estamos tan poco habituados y a la que, tal vez por esta misma razón, toleramos tan poco.
Pero no todo es “el uso del látigo” en el ejercicio crítico, porque todo el rigor debe ir encaminado justamente en encontrar esta “causa idónea” y no, justo como dice el crítico de nuestra película, tachar simplemente de basura al objeto criticado.
Dice Ego en otra parte de su crítica:



“…Pero hay veces en las que un crítico realmente se arriesga en pro del descubrimiento y la defensa de algo nuevo. El mundo es hostil para los nuevos talentos y las nuevas creaciones. Lo nuevo necesita amigos.”

Por cierto que lo nuevo necesita amigos. Talentosos artistas deben perseverar años, antes de empezar a ver algún logro que los haga convencerse de que seguir en el camino propuesto no es una pérdida de tiempo. No pocos sin embargo deben claudicar al enfrentarse a una fría acogida de sus propuestas por parte de un público a veces demasiado apegado a lo que se encuentra establecido, poco amigo de la novedad, y la mayoría de las veces seguidor de “las tendencias” mas que de su propio criterio. Porque si, efectivamente TODOS tenemos criterio que, bueno o malo, adecuado o inadecuado, ignorante o sabio, lo único cierto es que es nuestro, y desde ahí poseemos la potestad para transformarnos en críticos de nosotros mismos y de todo lo demás. Una invitación a ejercer la crítica entonces, colegas.