cultura local

El diccionario de La Real Academia define la palabra cultura como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época y/o grupo social, etc.
Según esta definición sería parte de nuestra cultura local la ciencia y la industria que se desarrolla dentro de los límites que definen el ahora vago concepto de lo local. Pero en fin, ese es tema para otra entrada.

Para mi la cultura es un cúmulo de actividades que tienen que ver con lo cotidiano, con todo aquello que vamos construyendo en el día a día. Y en esto cabe de todo, (y no solo la llamada “cultura tradicional”) el recorrido que hace el chofer de micro, la comida que prepara la dueña de casa, los programas que pasan en la tele (por cierto), la piscola que nos tomamos el día viernes o el partido de fútbol que se juega el fin de semana. Nuestra actividad cultural está marcada por este cotidiano, por el quehacer diario, podríamos llamarle rutina, aún cuando no me guste mucho la palabra por su asociación con algo fome que se hace ya sin pensar.

Es de esta forma en la que veo nuestra cultura, como una expresión viva, tremendamente dinámica, que acontece, y cambia ante nuestros ojos, expresión auténtica que no obedece a lo políticamente correcto, por cierto tampoco a lo legal, (pensemos en el coa por ejemplo) ni a los lugares comunes del espacio que se nos señala como cultural ni a un supuesto sitial en donde estaría depositada el “alma de lo chileno”, lugar que (no hablando muy en serio por supuesto) indudablemente debería estar custodiado por un sólido blindaje para resistir la arremetida de manifestaciones foráneas que no harían sino solo “contaminar” esta “sublime” chilenidad esencial.

El paisaje cultural que yo veo es bastante sucio, lleno de desorden y muy contaminado con influencias extranjeras en donde conviven los mc donalds con palta (somos el único país del mundo en donde existen), el pichuncho, (pisco con martini bianco), una banda de hip hop que se llama La Legua York, o nuestro conocido completo italiano. La lista podría seguir y hacerse bastante extensa y sin duda seguirá creciendo en una época en donde el libro de la cultura chilena podría ser muy bien un blog que se actualiza cada 30 días.

Me agrada la idea de una cultura en constante renovación, abogo por ella, porque creo que en este hipotético compendio cultural chileno en donde sobran los relatos de empanadas, chicha en cacho y pies de cueca faltan las páginas en donde aparezca el ahora muy chileno rollito primavera, el vodka con jugo de piña soprole o nuestros internacionalmente famosos cafés con piernas.

Tengo el sentimiento de que el “stablishment” (permítanme este anglicismo) de la cultura en nuestro país no difiere en mucho a un personaje políticamente correcto a ultranza, aún a riesgo de perder toda consecuencia entre lo que dice y lo que hace, con una visión retrógrada de lo que significa el arte y la cultura en una época en la que, si lo que se pretende es lograr un aumento del público que accede a un cierto consumo cultural, lo mas sensato sería abrir las puertas de la difusión y la participación cultural y hacer que el público entre a un panorama amigable y cotidiano, que lo disfrute y se sienta parte de él para que, de esta forma, la cadena no se rompa y sobre este piso se siga construyendo cultura.

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